Herpes zoster (Shingles)

El Herpes-zóster es una infección debida al virus de Varicela-Zóster, caracterizada por una erupción muy dolorosa, acompañada de prurito. Esta erupción afecta con mayor frecuencia a la espalda, aunque puede ocurrir en cualquier parte del organismo. Poco antes de que aparezca la erupción, algunas personas sienten palpitaciones u hormigueo en la región afectada. Posteriormente se forman vesículas en el área de la erupción, se abren y se forman costras en pocos días. La curación generalmente tarda entre 2 y 4 semanas.

En algunos individuos, el dolor continúa en la región afectada después de la curación de la erupción dando lugar a una neuralgia postherpética (NPH) que puede durar semanas, meses o incluso años. La probabilidad de desarrollar NPH después de la infección y su gravedad aumenta con la edad. El dolor causado por el Herpes-zoster y la PHN puede interrumpir las actividades cotidianas y reducir la calidad de vida en algunos individuos. En algunos casos, el virus puede dar lugar a un Herpes-zoster oftálmico, que puede causar deterioro permanente de la visión.

El virus de la Varicela-zóster es el mismo virus que causa la varicela generalmente en la infancia o la adolescencia y que se caracteriza por prurito cutáneo que cubre todo el cuerpo. Una vez combatida la infección, el virus permanece en las células nerviosas de forma latente sin causar problemas de salud. Sin embargo, en algunas personas el virus se vuelve a activar dando lugar al Herpes-zóster.

El Herpes-zóster es debido a una combinación de factores que incluyen la edad, la salud y la genética. El virus de Varicela-zóster es controlado por el sistema inmune, particularmente por las células T que evitan que el virus infecte a otras células. A medida que las personas envejecen, el crecimiento y la proliferación de las células T disminuyen, lo que reduce la capacidad del sistema inmunitario para controlar el virus. Algunos factores que afectan el sistema inmunitario como ciertos medicamentos, las quimioterapias o la infección por el VIH, también pueden permitir que el virus vuelva a activarse. Además, algunos estudios sugieren que el estrés emocional o el trauma físico pueden estar involucrados en la reactivación del virus.

El papel de la genética en el herpes zoster no está claro. Se cree que el riesgo de desarrollar Herpes-zóster o NPH después de la infección por el virus Varicella-zóster, aumenta como consecuencia de ciertas variantes de genes que pertenecen al complejo de antígeno leucocitario humano (HLA). El complejo HLA ayuda al sistema inmunitario a distinguir las proteínas del organismo de las proteínas producidas por invasores extraños, como virus y bacterias.

Aunque el patrón de herencia del Herpes-zóster no está claro, algunos estudios indican que tener un familiar de primer grado que desarrolló la infección parece aumentar ligeramente el riesgo de desarrollar la enfermedad.